HABRÁ 5º PARTIDO Y EN BARCELONA


Lo más bonito es siempre lo más difícil. Un doblete ganado al eterno rival, una fiesta en casa, 13.248 aficionados recuperando parte de la historia de su club, participando de una celebración que no se repetía desde 1993. Y seguirá sin repetirse. Sueños quemados, ilusiones perdidas, como el título de la gran novela de Balzac. Una novela bellísima, enorme, incomensurable, por cierto. También trágica, y, quizá por ello, una obra maestra. Igual que está siendo una obra maestra, pero en basket, esta serie que tendrá un capítulo más, ahora sí el último. Y el escenario será el Palau, esa caldera vieja y atosigante que hervirá como nunca. El Barça lo hizo, igual que hace doce años. Entonces se repuso a una dolorosísima derrota en el tercer partido para forzar el quinto. El guión, hasta ahora, es el mismo; el final… no se sabe. En esta serie nunca se puede avanzar nada de lo que ocurrirá. Como en la vida, como en la novela de Balzac, las ilusiones se están derrumbando con un estrépito pocas veces visto. Primero fue el Madrid, aquel triple descerrajado por Huertas; después el Barça, que vio cómo los blancos remontaban nueve puntos en tres minutos; el lunes le tocó de nuevo al Barça, paliza histórica; y hoy, es el Madrid el que llora. ¿Quién cerrará el círculo el sábado?

Lorbek, con 24 puntos, quebró las ilusiones del Palacio blanco | ACB Photo
Sí, lo más bonito es siempre lo más difícil. Lo sabemos todos. Lo malo es lo cierto, dijo Larra. Eso deben de estar pensando Laso y sus chicos, que han visto cómo se evaporaba el alirón delante de su gente. La noche comenzó mal (0-3) y nunca estuvo de cara. Lo más, el 25-22 del minuto 14. El resto, padecer, padecer y más padecer. Una zona de inicio y mantenida durante muchísimos minutos, un Lorbek letal (24 puntos, 5 rebotes y 4 asistencias), un Wallace que se ha revelado como el factor sorpresa (16 puntos), un leve dominio del rebote (30-33), un Mickeal (13) tan decisivo como desquiciante en lo que a maneras se refiere, un Huertas rencontrado (15), un Navarro (12) medio cojo pero, como siempre, faro espiritual, y, en fin, una reacción de gran equipo al que, después de lo del lunes, había mucha tentación de enterrar. El que lo hiciera habrá recibido una importante enseñanza.
Lo más bonito es siempre lo más difícil… Nada o casi nada salió bonito en el Madrid esta noche. Todo lo que funcionó el lunes pareció tomarse vacaciones: el dominio del rebote se diluyó, la defensa perdió vigor, Carroll vio el aro cerrado (4 puntos y 1/9 en tiros), Rodríguez se olvidó de la clarividencia, Reyes del acierto y sólo Tomic (12 puntos y 6 rebotes), Mirotic (14 y echándose el equipo a la espalda cuando el sueño se esfumaba) y en el inicio Singler ofrecieron una resistencia estimable. Pascual sabía que nada de lo hecho hasta ahora le funcionaba y salió a trampear el partido, y sus jugadores recogieron el guante. Concentración, conciencia de que era hoy o nada. El partido de esta noche pudo haber sido el final de un equipo… y este equipo sobrevivirá al menos hasta el sábado.
Para el Madrid el partido entero fue un auténtico dolor de muelas. De principio a fin. Siempre fue a remolque y nunca estuvo lo suficientemente cerca como para inquietar a un Barça que mantuvo en el campo las piezas que podían ayudarle. Las que no, en el fondo del banquillo: Eidson y Ndong, ni un minuto. Tampoco hizo falta, ni un gran Navarro. El Lorbek de esta noche vale por dos. O por tres. Le ganó la partida una y otra vez a los interiores blancos y, cuando fue menester, percutió desde fuera. Un destrozo de época. Laso intentó lo mismo, pero sus piezas buenas no fueron tan buenas como las del rival, y las no tan buenas fueron, desde luego, peores. Un parcial de 0-10 entre el minuto 14 y el 16 marcó la inercia del partido y jamás cambió. Del 34-39 del descanso al 55-62 del final del tercer cuarto, pasando por el 49-58 del minuto 28. Y todo en un marco de nerviosismo, imprecisión, viscosidad ofensiva y protestas a los árbitros: cuesta arriba, con viento en contra y las ruedas pinchadas.
El Madrid tuvo sus momentos de reacción; el primero, el 58-62 del minuto 31, cruelmente truncado por un 0-6 ampliado a un 2-11 que casi suponía rejón de muerte (60-73, minuto 36, tras triple de Mickeal). El segundo, con todo perdido (64-76, minuto 37), con envidiable fe y voluntad: 74-79 dentro ya del último minuto, con Mirotic como capitán de la nave que zozobraba. El Palacio llegó a acordarse de sus sueños de apenas dos horas antes, pero fue cuando apareció Lorbek para decir que no, que se los metieran en el bolsillo, que la final volvía a Barcelona.
Lo más bonito es siempre lo más difícil… Los sueños rotos y las ilusiones que renacen. Es el ciclo de la vida y del baloncesto. Balzac hubiera escrito una gran novela con los materiales que está deparando esta final. El Palacio se retiró con cara de funeral y los pocos culés de la grada lo celebraban como si hubieran visto la muerte pasar por delante de sus ojos y se hubieran salvado. La misma muerte deportiva que estará viendo ahora mismo el Madrid. Pero la zozobra durará poco, a buen seguro, y dará paso al ardor guerrero. El sábado, el Palau, la cita definitiva, sin red, espera. ¿Quién querría perderse una batalla así?
FICHA TÉCNICA:
Real Madrid 75 (2): Llull (12), Suárez (-), Singler (11), Velickovic (7), Tomic (12) -cinco inicial-, Sanz (-), Pocius (-), Reyes (6), Mirotic (14), Rodríguez (9), Begic (-) y Carroll (4).
FC Barcelona Regal 81 (2): Huertas (15), Navarro (12) Mickeal (13), Lorbek (22), Vázquez (-) -cinco inicial-, Sada (-), Wallace (16), Ingles (1), Ndong (-), Rabaseda (-) y Eidson (-).
Parciales: 15-17, 19-22, 21-23 y 20-19.
Árbitros: Hierrezuelo, Conde y Jiménez.
Incidencias: Cuarto partido del playoff de la final de la Liga Endesa disputado en el Palacio de los Deportes de Madrid ante 13.248 espectadores. Lleno.

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